SIEMBRA EL MIEDO:El decálogo de Pamies (5)

El discurso del miedo vende, y Josep Pamies sabe usarlo a la perfección.

En diversas ocasiones hizo hincapié en que los ciudadanos han de verse sumidos en el miedo, y buena parte de sus comentarios demagogos tienen la intención de recordarnos que los poderosos nos gobiernan mediante el miedo y que las empresas nos venden cosas por miedo (no porque queramos comprarlas nosotros). Según él, las multinacionales farmacéuticas buscan que las enfermedades sean incurables, convirtiendo lo curable en crónico; todo con el objetivo de que vivamos con miedo. Lo crean o no, llega a decir (en al menos dos ocasiones lo oí yo) que el cáncer no mata… ¡lo que mata es el miedo que el cáncer provoca!

Sólo el mensaje del miedo explica el motivo de que, en una charla sobre MMS y remedios naturales, el conferenciante nos recuerde que nuestra comida está cargada de tóxicos (menos mal que no dijo químicos) e irradiada mediante radiaciones nucleares para que dure más. Yo diría que es bueno que un alimento dure más, así no se desperdicia. ¿No? Pues no. El señor Pamies lo plantea de otra forma. Viene a decir que si las hamburguesas de cierta cadena de comida rápida no se pudren es porque ni siquiera las bacterias la quieren. Es como decir que el agua oxigenada es mala porque los bichitos de la herida se mueren a su contacto, una elegante forma de dar la vuelta a la tortilla aprovechando la fobia a todo lo nuclear (y ahora además lo químico) que impregna algunos sectores de la sociedad.

Otro ejemplo. En el turno de preguntas, una chica afirmó estar afectada por los campos electromagnéticos y dijo que hay científicos amenazados de muerte por las telecos. “¡El wifi mata!” dijo ella mientras el público aplaudía. Fue una afirmación espontánea por su parte pero le vino muy bien al conferenciante.

En un momento dado, el miedo dio paso a la indignación y luego a la ira (algo así como lo que pasa con el lado oscuro de la Fuerza en Star Wars, creo). El personaje extraño de la velada tomó el micro. Dijo ser un agricultor que vivía en el campo y que cada vez que venía a la ciudad veía cómo los granadinos cada vez vivíamos peor. Su tono de voz fue subiendo de tono, hasta que en voz en grito clamó contra la prohibición de usar el Teatro Tamayo con frases como “¡hoy ha prohibido un acto un puto ayuntamiento fascista!,” a la que el público reaccionó con aplausos ¡con aplausos!

Me alegré, y mucho, de que ese individuo no supiese quién era yo, porque con el cruce de cables que llevaba lo mismo me tira por la ventana. Fue una de las dos veces en las que yo pasé miedo aquella velada. Ya no había argumentos, ni siquiera mentiras, sino odio visceral. Un odio que ni Pamies ni ninguno de los miembros de la organización intentó detener. Al final ese individuo se excedió tanto que el mismo público comenzó a pedirle, y a gritarle luego, que parase de una vez. Solamente entonces devolvió el micro.

No es este el único caso de ira que presencié durante aquella charla. Hubo otro, más impactante. El acto al que acudí debía contar con la presencia de Odile Fernández, una médico que vive y trabaja en Granada. Fernández sobrevivió a un cáncer (de ovario tipo IV) en 2010. Dependiendo de dónde lea usted, ella afirma que su curación fue obra de la quimio y la alimentación, un milagro muy currado o influyó todo. El caso es que, tras beneficiarse de los procedimientos de la ciencia médica convencional, atribuye su salvación… a la alimentación. Al menos, esa es la idea que lleva años vendiendo. Literalmente vendiendo.

No sólo aboga por una alimentación sana para reducir el riesgo de cáncer (lo que es lógico y razonable) sino que afirma que sus recetas anticáncer son útiles incluso cuando ya se ha contraído la dolencia: “Mi deseo es que [mis recetas] te ayuden si tienes cáncer o alguna otra enfermedad relacionada con la alimentación,” afirma ella misma en la web que publicita sus libros anticáncer.

Resulta que por algún motivo la señora Odile Fernández, que iba a acompañar a Josep Pamies en la charla de Granada, finalmente no apareció. Josep Pamies no dio una explicación satisfactoria sobre su ausencia más allá de alusiones a que va a dar a luz a su tercer hijo (si es así, le deseo buena maternidad, Odile) y a que al final había decidido no aparecer porque estaba atemorizada frente a “lo que pueda pasar.”

Odile Fernández puede no acudir por motivos legítimos, sea por su embarazo, porque esté incómoda en una sala tan llena, porque prefiera pasear o por cualquier motivo de su incumbencia, y no tiene por qué dar explicaciones. Que Pamies atribuya su ausencia al miedo me resulta algo sin pies ni cabeza. ¿Tenía miedo de los centenares de personas que se habían congregado para escucharle y aplaudirle? Si es así ¿por qué ese miedo apareció tras la negativa del ayuntamiento de Granada a ceder un espacio público? ¿Realmente creía que habría piquetes de científicos listos para apedrearla a la entrada? Para mí la táctica era clara: Pamies estaba improvisando y convirtiendo un inconveniente en un argumento a favor, aprovechando nuevamente el mensaje del miedo.

Eso fue anecdótico, pero lo que vino a continuación fue mucho peor. Porque Josep Pamies, después de recordarnos la historia de Odile y tras desearle lo mejor, dijo que ella estaba siendo investigada por el colegio de médicos, y que estaba en peligro de ser inhabilitada para ejercer su profesión. El público, volcado con la pobre médico superviviente del cáncer, madre de dos hijos, embarazada del tercero, perseguida por sus ideas alternativas, se indignó frente a esta persecución a manos de los malvados médicos controlados por las multinacionales farmacéuticas, etcétera.

Fue entonces cuando Pamies, con voz sosegada pero firme, soltó su bomba: deseó que todo le saliese bien, porque (y cito) “si le hacen algo a Odile voy a venir a Granada y la vamos a armar muy gorda.” Casi quinientas personas aplaudieron a rabiar, muy dispuestas a unirse a Pamies si llega el caso.

Esa fue la segunda ocasión en que pasé miedo durante la charla. Ahora, sentado tranquilamente en mi casa frente al teclado del ordenador, estoy más tranquilo y mis recuerdos me vienen con serenidad; pero en ese momento, cuando pensé en ese medio millar de personas fanatizadas y me los imaginé “armándola muy gorda” a las puertas del colegio de médicos, de la facultad de medicina, o de mi propia casa, la verdad es que me asusté. Porque yo puedo entender que alguien no quiera atender a razones, que no deseen saber la verdad, pero ¿cómo luchas contra la sinrazón de una muchedumbre enfurecida?

Con información, por ejemplo. Hace unos días hice una solicitud al colegio de médicos de Granada, y ya tengo la respuesta: no tienen información alguna sobre ninguna medida contra Odile Fernández. Por supuesto, mis detractores pueden afirmar que el colegio de médicos de Granada también está untado y forma parte de la maquinaria represora habitual. Sin embargo, resulta que también me han confirmado algo que ya sospechaba: la doctora Odile Fernández no está colegiada en Granada. Tampoco hay datos sobre ella en la Organización Médica Colegial. De hecho, ni siquiera es doctora. [CORRECCIÓN: No en el sentido de “persona que ha recibido el más alto grado académico universitario” aunque imagino que sí es licenciada en medicina]

Tampoco aparece en una búsqueda en Google, a pesar de que en caso de ser cierta la noticia Internet herviría de indignación. Y, por supuesto, imagino que de haber una persecución tanto la web de Odile Fernández como la de Josep Pamies recogerían la noticia; pues la primera no dice ni pío, y el segundo se limita a solidarizarse con Odile Fernández (cito), “atacada vilmente por la moderna inquisición.”

Así que solamente puedo extraer una conclusión: la historia que contó Josep Pamies sobre la inminente inhabilitación de Odile Fernández es falsa de toda falsedad. Tan sólo es un ejemplo más de su táctica de mentiras. Irónicamente, el propio Pamiés nos invitaba a sus conferencias a nosotros, “queridos y sesudos críticos,” y con algo de sorna añade que “si tan seguros estáis de vuestras razones, no tengáis miedo de dar la cara, mucha gente os lo agradecerá.”

Esas son las razones del hombre que afirma buscar un debate tranquilo y sincero.

 

Arturo Quirantes

 

 

 

 

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